24 de febrero de 2014

RECUERDOS ENCONTRADOS



Está oscureciendo pero me apetece un paseo cerquita de la playa, el pensamiento aprovecha a rebuscar, flecos que quedaron libres como el viento, y sin un lugar donde hacerlos encajar.
La punta de mis pies, indican la sinergia adquirida: derecha, izquierda, derecha, izquierda.  
Mis manos rebuscan en los bolsillos de una chaqueta, no me pongo habitualmente, por lo que es una grata sorpresa descubrir que se quedo en ella, un pequeño tesoro, sé que pertenecía a un antiguo llavero, aun le cuelga parte de la cadena que lo unía.
Las puntas de mis pies, han cambiado de ritmo, van un poco más lento: derecha...izquierda...derecha...izquierda.
Sonrío he cambiado de escena, hay veces que los mejores anclajes se hacen con total consentimiento, un llavero comprado con intención, que jamás fue entregado, me unió para siempre a un recuerdo, a una persona.
La punta de mis pies, se han parado en el espacio, mi mente en el tiempo. Las dos puntas juntas, sin moverse.
En mis manos una pieza redonda de piel, en ella, acuñado un símbolo celta, esta gastada por su uso, pero sigue suave, recordándome cuanto amor se puede sentir. Cuanto amor se puede superar. Cuanta experiencia podemos asimilar. Cuantos sueños podemos dejar escapar. Cuantos segundos destinamos hacer cábalas que no nos llevan a ningún lugar. Miro al mar, quizás lo podría lanzar lejos, sé que la marea lo devolverá a la playa, quizás una pareja de enamorados lo encontraran mientras brindan sus besos al ocaso, a la luna, y para ellos, seria quizás, un hermoso recuerdo o tal vez un nuevo lastre que con el tiempo devolverían al mar. Quizás menos poéticos lo tirarían al cubo de basura.
Decido guardarlo en el bolsillo, para bien o para mal, forma parte de mi historia. Cuando lo compré lo busqué con el corazón, nada me convencía, y cuando estuve a punto de abandonar, mis ojos quedaron prendados. El dulce olor y su tinte verde, el relieve que acariciaban mis manos me causaba satisfacción, sencillo y elegante, pieza única, como el amor que se entrega. La simbología del dibujo era de protección y la unión de los elementos del universo, tierra, mar y aire. Todos de una forma o de otra inmortalizamos lo que amamos, dejándolo en manos de pequeños tesoros que perdemos, con la intención de encontrarlos casualmente con el tiempo. Aunque ahora me pregunto, ¿Si no encontraba, quizás ese fue el regalo de consolación, que me hacia la vida? Sigo paseando   

                                                               Anna B. Pellicer

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