12 de marzo de 2014

CRECER... CUESTA





Me escondí en el rincón más oscuro, ni el blanco de mis ojos denunciaban mi presencia.  Hacia frio, mi boca escondida entre la ropa procuraba no delatar ni un signo de vida, no quería que mi aliento fuera un blanco telegrama.
Los pasos rechinaban en mis oídos, aunque no pasaban cerca, mis sentidos estaban repletos de adrenalina y podía percibir cada muesca que trazaba la suela en los viejos adoquines. Mis rodillas temblaban, las mantenía separadas por miedo a que el choque entre ellas causara algún imprudente ruido. Seguía la sombra del silencio, la vibración del sonido que lentamente se alejaba.
No podía ser todo tan denso, no había hecho nada para llegar a ser víctima. No podía quedarme allí, toda la noche, toda la vida. Sentía miedo, pánico, pavor a coger las riendas, a salir al galope y  gritar ¡Se acabó!
Me deje llevar, normal es crecer creyendo. Me deje embaucar, normal es crecer creyendo. Me deje dominar, normal es crecer creyendo. Me deje….

                                                                         Anna B. Pellicer

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