Una música juguetona me cazo al vuelo, cambio mi forma de andar. El trompeta sabia como seducir, sus notas bailaban y yo seguí su compás. Me acerque a la barra, un combinado, una aceituna, un giro y por segundos todo enmudeció. Dos miradas que conectaban, un lenguaje emergente, caliente, que incitaba a la pasión. Jugueteo salado con esa redonda aceituna. A mis pies, cayó rendida la composición, el roto de las notas pidiéndome una cita. Esa noche se escribió bajo la luz de la luna, una nueva partitura y al amanecer unos labios tarareaban bajito, me susurraban una nueva aventura.
Anna B. Pellicer
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