16 de junio de 2012

UNA ESTACIÓNA A...



¿Nunca os habéis sentido observados? A mí donde siempre me ocurre es cuando voy en metro. Hay que no tienen pudor en dar un repaso de arriba a bajo; puedes leer en su mirada con luces de neón lo que piensan. Luego están los mas pudorosos, estos observan escondiéndose en los reflejos de los cristales, los descubres cuando por casualidad se cruzan las miradas y da comienzo un baile, tu me miras cuando yo no te veo y si no fuera porque nos separa un delgado reflejo seguro que bailaríamos un tango bien agarrao. Luego están los que están inmersos en sus lecturas, hacen un rápido despego visual para controlar como esta el entorno y regresan en un suspiro a su historia interactiva personal. Mientras tanto ocurren situaciones que no deseas observar pero que te envuelven, te atrapan y sin querer los ojos van en dirección contraria a donde vas ubicando los oídos...la frase detonante “déjame en paz” , “te quiero” , “algún ronquido” y “risas, muchas risas” cuando esto ultimo ocurre se crea una tensión emocional importante de complicidad y aunque intentas no reír, los espitosos ojos de todos los cómplices, provocan la agradable inercia de dejarse llevar y acompañar el coro disonante de carcajadas y sonrisas, acción que desconcierta completamente a los recién llegados. Hay veces que ocurren cosas muy tiernas siempre me asombran las reacciones de los niños, esa inocencia de pensamientos se tendría que proteger por ley...un día la voz sensual del robotijo anunciaba que llegábamos al Besós. Acto seguido se oyó la risita nerviosa de una niña, de unos cinco años, que cogiendo la mano a su madre le decía: mama, mama es la estación de los besos. Una gran sonrisa inundo mi corazón y al mirar a mí alrededor comprobé como otros corazones también se llenaban de ternura. 
Hace muchos años que cojo la misma línea de metro, bajo las escaleras, me ubico por el centro y cuando llega el tren subo y me coloco de espaldas a una de las puertas que sé que no se van abrir y da comienzo el ritual de caras conocidas, conversaciones robadas. Somos pequeños puzzles que enseñamos por un rato una diminuta pieza que no encaja con nada ni con nadie. Salgo del vagón, normalmente me resultaría difícil volver atrás, la avalancha humana que se dirige hacia los pasillos del metro es difícil de parar. Hay momentos que no  puedo evitar sonreír, porque tengo la sensación de que si me apoyara en las personas que me rodean me trasladadarian sin necesidad de dar un paso más. 
Hoy por primera vez me he sentado en un rincón, me sentía cansada, pero sigo observo la vida, mi vida ¿Y he decidido parar?. Todos suben y bajan, se sientan a mi lado y se van. He llegado a mí parada y me bajo. Todos corren, como siempre. Me paro. ¿no molesto? Me giro, ya no existo. Mi cuerpo se marcha con el tren, parada en la estación, me siento sola; veo mi túnel; veo mi luz y me voy, mi alma ya sabe a que estación tengo que ir.

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