Primera
hora de la mañana, mochila preparada, una botella de agua, las llaves y el
diccionario.
Salgo
de casa con dirección a ninguna parte. Hoy me he propuesto dejarme llevar. Mis
pies pisan el adoquinado, está hecho de cuadros, de pequeñas celdas donde se
depositan minúsculas porciones de agua cuando llueve, o se reparte el polvo de
un largo día de uso social.
Las
calles son largas rectas perfectamente encuadradas, para que nada retenga el
pensamiento. Tan solo hay que prestar atención a los cruces, y ahí estamos bien
aleccionados. Rojo pararse. Observas detenidamente la luz que esta
inmediatamente debajo. ¡Verde! qué alegría da, una porción de libertad, cruzo
el paso cebra. Me gusta el nombre. Y así poco a poco sorteando verdes y rojos
mis pasos me van alejando y acercando a no sé dónde.
Por
momentos intento ponerme como meta un destino, sobre todo cuando en algún
momento de mi caminata por la urbe, en vez de mirar fijamente a la luz oscura
que está por debajo de la roja, la mirada se me fuga hacia el cielo. Entonces,
mi respirar se acelera, mis ojos parpadean con más rapidez, y el aire adquiere
una pizca de dulzura. Inmediatamente aparece el azul del mar cambiando el
escenario de mi pensamiento, invitándome, casi puedo percibir la sensación del
andar descalza por la arena.
¡Verde!.
Sigo
sorteando calles, mirando escaparates, comparando precios. Entro en una librería,
ese olor a tinta, me sigue secuestrando, queda claro que lo que se vive de
pequeña cuesta de dejar por el camino. Quizás una buena comparativa sea eso…un
libro. Mi mente cómo un cliché quedó marcado de las experiencias absorbidas y cuándo
aparece el resorte desencadenante, mi camino se viste de recuerdos sin poderlo
controlar.
¡Rojo!
Esta
vez no es un semáforo, soy yo, que con una doble ración de conciencia no quiero
bajar por el tobogán de los recuerdos, he salido a pasear por la ciudad. Sigo mirando
libros, lo primero que te llama la atención es la portada, nuevamente la
primera decisión entra por los ojos, y eso me indica que últimamente he dejado
de aprender, de interesarme por cuanto sucede a mí alrededor. Hummm este
pensamiento me molesta. Sigo mirando sin saber que estoy buscando. Pero quizás
hoy era esa la finalidad… ¿Salí a encontrarme?
Rojo,
verde, pasó cebra, verde, rojo, azul, azul, azul, mar, arena, frescor, cielo,
todo está ahí…y yo también, con mi mochila, con mi agua, con mi mente abierta a
escuchar cuánto la vida quiera ofrecerme, y a descubrir los relatos que de ella
se desprenden. Letras que bailaran por mi alma hasta que decida ordenarlas.
En toda búsqueda siempre hay que regalarse el tiempo. La soledad para reposar los pensamientos y eliminar las impurezas con las que se suele impregnar, no porque sean malas, ojo, porque aprender es saborear cada realidad con la percepción del alma. Pero cómo todo fruto siempre hay porciones que podemos desechar.
Hoy no he salido de casa, he viajado con mi fantasía para poder pasear por mis adentros.
He limpiado de adoquinado mi entorno más cercano, quite los muros que a veces levanto, y regué mi esencia, con recuerdos que me motivan a cerrar los ojos para sentir la brisa de la vida dentro de mí.
En toda búsqueda siempre hay que regalarse el tiempo. La soledad para reposar los pensamientos y eliminar las impurezas con las que se suele impregnar, no porque sean malas, ojo, porque aprender es saborear cada realidad con la percepción del alma. Pero cómo todo fruto siempre hay porciones que podemos desechar.
Hoy no he salido de casa, he viajado con mi fantasía para poder pasear por mis adentros.
He limpiado de adoquinado mi entorno más cercano, quite los muros que a veces levanto, y regué mi esencia, con recuerdos que me motivan a cerrar los ojos para sentir la brisa de la vida dentro de mí.
Y regresé a las orillas de mi mediterráneo, lo llevo tan dentro
como el cliché de mi pasado. Siempre presente, con tan solo necesitarloo: su
aroma, su rumor, su esencia se desborda y aborda sin más, me hace cosquillas
en los recuerdos y transforma mi humor en amor.
Me levanto de esta orilla, aun me quedan muchos rojos y verdes para cruzar, muchas líneas para escribir, y un buen diccionario con el que aprender a transformar lo que la vida me regala en palabras.
Me levanto de esta orilla, aun me quedan muchos rojos y verdes para cruzar, muchas líneas para escribir, y un buen diccionario con el que aprender a transformar lo que la vida me regala en palabras.
Anna B. Pellicer
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